Es posiblemente la distinción más reconocida en el mundo y desde su creación, generan una vez al año la expectativa por saber quién lo ganará. Fue creado en 1895 como última voluntad del inventor sueco Alfred Nobel (1833-1896), y se entregó por primera vez en 1901 en las categorías de Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y Paz. En 1968, se agregó el de Ciencias Económicas.
Se cuenta que el inventor de la dinamita leyó en un diario francés en 1888 su propia necrológica, titulada “El mercader de la muerte ha muerto”. Lo habían confundido con su hermano Ludvig. La nota lo perturbó y lo hizo reflexionar sobre cómo sería recordado tras su fallecimiento. Cambió entonces su testamento: “La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyo interés será distribuido cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad”, expresa en una parte del documento.
Fueron cinco hasta la actualidad los argentinos que obtuvieron el famoso galardón internacional. Carlos Saavedra Lamas (1878-1959) ganó el Nobel de la Paz en 1936 por su intervención en la resolución del conflicto entre Bolivia y Paraguay. Bernardo Houssay (1887-1971) obtuvo el Nobel en Fisiología y Medicina en 1947 por el descubrimiento de la función de la hormona del lóbulo pituitario anterior en el metabolismo de azúcar. Luis Federico Leloir (1906-1987) recibió el Nobel de Química en 1970 por su trabajo en bioquímica al descubrir los nucleótidos de azúcar y su función en la biosíntesis de hidratos de carbono. Adolfo Pérez Esquivel (1931) ganó el Nobel de la Paz de 1980 por su trabajo en defensa de los derechos humanos basándose exclusivamente en los medios no violentos a través de la Organización Servicio Paz y Justicia desde 1974. César Milstein (1927-2002) se hizo acreedor al Nobel en Fisiología y Medicina de 1984 por el desarrollo de la técnica de hybridoma para la producción de anticuerpos monoclonales. Permitió el surgimiento de nuevos campos para la investigación biomédica teórica y aplicada que han permitido un diagnóstico preciso y también el tratamiento de enfermedades.
En menos de dos años, celebraremos el bicentenario de la Declaración de la Independencia Argentina, ocasión en que nuestra provincia estará en la mirada de una parte del mundo. Sería interesante que en Tucumán se diseñara un galardón, aunque en menor escala que el Nobel, que distinguiera a nivel provincial o nacional -en las mismas o en otras categorías- a quienes hayan hecho una contribución importante para el mejoramiento de la sociedad. El premio podría consistir en una retribución económica significativa, cuyo monto surgiera de un presupuesto específico para tal fin, que fuera intocable y se dedujera del erario provincial. Podría entregarse todos los 9 de julio, en una ceremonia en la que participaran, por ejemplo, personalidades de la ciencia y la cultura. Si tal premio se creara por ley y se reglamentara debidamente, podría tener continuidad a lo largo de los años.
Sería una manera de estimular la producción científica, artística y social. Al mismo tiempo, le otorgaría seguramente un gran prestigio a Tucumán y una proyección turística más que interesante.